Tras los recientes conflictos ocurridos en Bolivia por el presunto fraude en las elecciones presidenciales y legislativas, el principal opositor del gobierno de Morales ha llamado a los militares a intervenir en las calles apoyando al pueblo si éste no renuncia en 48 horas y deja el poder. Mientras tanto, en Venezuela continúan en una dictadura que parece no tener fin y que ha llevado al actual país norteño a fundirse en una grave crisis económica por los constantes malos manejos de Nicolás Maduro que han llevado a que diariamente miles de personas migren a otros países buscando nuevas oportunidades y escapando de la dictadura. Ambos gobiernos tienen algo en común: sus líderes siguen incrustados en el poder, aunque el pueblo no los quiera allí. Y en Perú, tenemos un grave problema en Arequipa: el autónomo Consejo de Minería aprobó el proyecto de la empresa Southern Copper en la construcción de la mina Tía María, algo que ha generado un conflicto entre el pueblo y esta empresa. El Estado Peruano ha convocado instalar una mesa de diálogo para que se pueda debatir las condiciones sociales en las que se realizaría esta construcción para que no afecte a los negocios de los pobladores de la zona.
Ciertamente hallamos escenarios distintos en los países hermanos, pero en los dos primeros encontramos dos líderes que se rehúsan a tomar en cuenta las necesidades del pueblo por sus intereses económicos y políticos. Y aunque en el nuestro, la represión policial hacia los manifestantes es totalmente condenable, se está tratando de llegar a una solución en la que el pueblo también se sienta cómodo y no solo dejando que las empresas hagan lo que quieran con el territorio. En ese sentido, la dictadura de Venezuela y el reciente escándalo por presunto fraude en las elecciones en Bolivia debería dejarnos una reflexión importante: no dejar que los que están en el poder hagan lo que quieran con nosotros.
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