Lamentablemente, no todas las terapias ofrecidas por médicos tienen un sustento científico que los avale
La publicación de un estudio en la revista British Medical Journal, recogido por The New York Times (NYT), demuestra que del total de métodos, sólo un poco más del 40 %, beneficia en algo al paciente mientras que un 3 % no es eficaz o es dañino.
De igual manera, este análisis realizado al sustento científico de una enorme cantidad de terapias en Reino Unido arrojó que un 50 % no tiene eficacia conocida, o sea, estos tratamientos se encuentran en un limbo, puesto que no existen evidencias fehacientes de que cumplan lo que ofrecen.
Austin Frakt, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, asegura en NYT que, en muchos casos, estas alternativas de rutina no se aplican con rigor científico debido. Además, expresó que los beneficios se dan por sentado y los daños pasan por alto.
Frakt cuenta que en los años 80 se comenzó a utilizar un tratamiento que garantizaba a las personas con cáncer a tener una mejor expectativa de vida si es que extirpaban parte de la médula ósea y luego volvían a implantarla tras la quimioterapia. Muchos pacientes demandaron a sus aseguradoras para que éstas paguen el tratamiento “milagroso” y sin tener evidencia, se comenzó a realizar el procedimiento. Años después a mediados de la década de los 90, se dio a conocer una prueba clínica que mostraban los resultados muy buenos, pero después otras cuatro pruebas rechazaron esas conclusiones y muchos pacientes terminaron falleciendo.
El profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, afirma que se debe tener mucho cuidado al momento de proceder con una nueva terapia, puesto que muchas veces el daño es mayor que el beneficio. Asimismo, estos métodos suelen ser muchas veces la única alternativa de aquellos pacientes que sufren de enfermedades muy delicadas, degenerativas o huérfanas, que tienen pocas o ninguna alternativa de tratamientos por lo cual, es vital poder realizar las pruebas debidas.
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