Muchas veces nos dejamos llevar por lo que sentimos y decimos cosas incoherentes en el tiempo. Un gran ejemplo de esto es el peruano ganador del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
Tras su derrota política en el año 1990 contra el expresidente Alberto Fujimori, el literato, resentido por la decisión de su país, viajó a Europa para olvidarse de, lo que él sintió, como una traición. Sin embargo, la distancia no fue problema para poder opinar sobre el desalentador panorama de los noventa.
Afirmo que se deja llevar y es incoherente, porque en las elecciones presidenciales del 2006 o bien le dábamos una segunda oportunidad a Alan García o bien nos aventurábamos respaldando al outsider Ollanta Humala, por quien el autor de La ciudad y los perros nos imploró no votar debido a que nos conduciría a un gobierno chavista e inconstitucional que acabaría dejándonos en la ruina.
Mario Vargas Llosa, escritor peruano
Luego del triunfo de García y el eclipse de su mandato segundo y último, se dio una nueva disputa en las elecciones presidenciales del 2011, esta vez entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Aquí, Vargas Llosa manifestó que los peruanos debíamos votar por el primero ya que era la única opción constitucional para el beneficio de nuestro país.
Pocos se dieron cuenta de este error, pero su odio hacia el apellido que le quitó un triunfo que pensaba asegurado por las encuestas previas al día de la votación, hace que su postura frente a la política peruana sea inconsecuente a lo largo del tiempo. No obstante, es lo que muchos hacemos al momento del sufragio: no solemos votar por el mejor, sino votamos por el mal menor
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